Desde 1998 en Estados Unidos la nicotina está clasificada como una sustancia adictiva por el ministerio de salud de este país. Los cigarrillos y el tabaco son la forma más eficiente, aunque no la única, de consumir nicotina; cada vez que se inhala se están consumiendo entre 1 y 2 miligramos de nicotina, que llega al cerebro en 10 segundos y genera adicción. Este mecanismo funciona de manera similar a la adicción que generan las drogas como la cocaína y la heroína.
Para definir una sustancia como adictiva, esta debe generar tres reacciones:
1. tolerancia, lo que significa que cada vez las dosis deben aumentar para generar el mismo efecto
2. Síndrome de abstinencia, cuando se deja de consumir y
3. Consumo compulsivo, a pesar de conocer los efectos nocivos de la misma. La nicotina cumple con las tres condiciones.
Estudios recientes muestran que, en el 10 % de los adolescentes más susceptibles, las ganas de fumar se registran dos días después de probar su primer cigarrillo. La mitad de los niños que prueba un cigarrillo se convertirá en adicto a la nicotina. Por estas razones prevenir el primer contacto es la mejor forma de ataque contra esta adicción.
A nivel mundial, cada año mueres cerca de 6 millones de personas, 600.000 de éstas son personas no fumadoras, pero expuestas al humo del tabaco, o fumadores pasivos. Si esta tendencia continúa, en 2030, el número de víctimas anuales será de 8 millones.
El consumo de tabaco está relacionado con distintas enfermedades respiratorias, como el Enfisema Pulmonar y la Bronquitis crónica, enfermedades cardiovasculares como la Hipertensión Arterial y la cardiopatía isquémica, y con hasta 12 tipos diferentes de Cánceres. Es por ello que el consumo de tabaco y la exposición pasiva al aire contaminado por humo de tabaco constituyen, por sí mismos, la mayor causa de morbilidad que se puede prevenir, así como de enfermedad y muerte prematura en los países desarrollados.